sábado, 30 de enero de 2010

Día 19 de enero 2010

Nos levantamos temprano, aunque no tanto como queríamos, razón por la cual no nos fue posible ir al Bayo. Desayunamos twisros (que habíamos rescartado que andaban regalando en el centro el día anterior) con el dulce de Sandra. Debatimos un poco, y definimos ir a la cascada del Inacayal, particularmente porque no enteramos que esa zona estaba habiendo conflictos con los mapuches, y queríamos enterarnos.
Nos compramos unas cositas para almorzar, y preguntando y preguntando, encontramos el sendero.Llegamos a una casita mapuche(habiendo pasdo ya su respectivo puesto policial). Nos recibieron muy amablemente unos diez mapus, hombres y mujeres de diversas edades.
A los mapuches los viene comiendo las avanzadas privatistas en el sur hace tiempo ya. Ahí particularmente el conflicto era con un tal Fischer, que tenía un par de negocios. Más allá del turismo y construcción(van a construir unas cabañas para los ratis y la gendarmeria), el interés principal, al parecer, está en la exlotación del agua. El día anterior habá sido uno de los tantos enfrentamientamientos. Balazos de goma y de verdad, inclusive estos últimos salidos del arma del mismo Fischer, refugiado entre la yuta.
Y allá estaban los mapus, resistiendo las avanzadas, sin poder trabajar, luchando contra el complot del gran capital, los gobiernos de turno, las fuerzas represivas, y hasta los hospitales que los daban por muertos antes de muertos.
(...)

jueves, 28 de enero de 2010

que.

Que si hace tres meses, y que si hace yo, que si hace la pose, o hace el cuerpo. No sé cuánto de cada poner y ni cuánto de todo evitar.

Ya todo ha tomado tanta coherencia que va perdiendo la magia del no entender ni poder catalogar. Sin querer etiquetar, busqué la etiqueta en un millón más de cosas de bazar. Pero siempre la pose, siempre el cuerpo. En el tren, que pocas veces pisé, o en la selva, de siempre de cada día, en navidad, en verano, en invierno, en el día del amigo.

Que la alacena, que el sol, que los vitrales, que los alienígenas, los dinosaurios y puercoespines, que las alcantarillas. Es todo una ensalada de lo mismo, y casi siempre manejarse por citas.

Que me interesa el amor y me interesa el odio, que me interesa la razón y el instinto, que está en el entrecejo, me dijeron. que cuando me sincero, después pienso que pensaba que me sinceraba y estaba mintiendo una vez más, que entonces pienso que me miento al pensar que mentí, y entonces creo que eso es la sinceridad. Y siempre el mismo círculo que no sé dónde empieza, y cuál es el final. El atari de culpas entre la droga y la psiquis que me ataca a cada noche y no me deja terminar de cerrar las ideas. Que si está en mi o en una caja. Que si está en mí, o en mi cama.

Cuánto de cielo, cuánto de suelo, cuánto de subsuelo, mantener con celo alguna especie de mezcla de especies que me den a la concentración perfecta. Que preguntar, sin responder, que responder sin saber a qué pregunta. Que inventar preguntas y facilitar respuestas, que todo tiene un análisis, y darle cuerpo a la mente, para que viaje se mueva, para que se materialice y sea vida. Buscar entre sus rasgos algún atisbo de humanidad que defina lo que estemos planificando para ese momento. Si viaja y se mece, o si viaja y está apretado, si está por escapar, o si está estallando en su lugar, nunca terminé de entender, y no me queda muy clara tampoco la relación entre una y otra. Una vez más, el eterno de quién la empezó, y no me importa, si solo quiero que lo terminen. O no. Pero supongamos que sí, y ¿eso sería lo que estoy buscando? ¿O eso es

lo que estoy buscando evitar?

¡Claro! Es ese ligero límite entre ser aburridamente explícito, darle una vuelta de tuerca, o hacer cosas innecesariamente. El retrato de cada día que me levanto y miro y pinto, y cada momento aportar una pincelada más a lo que venimos planificando. Y de vuelta a la misma gira, de vuelta a la misma carretera.

Pero son ya demasiados minutos de planteos, ¡vaya conclusión! ¡Siempre son demasiados los minutos!, y mejor ni me pongo a contar los segundos, o menos.

Entre rendijas se desliza lo último que me queda de cadenas, para dar paso a las más espléndidas aventuras de mi mente.

lunes, 25 de enero de 2010

viajar.

Es la sensación de volver a la ciudad que me mata. Hoy vuelvo y miro, y vuelvo a mirar, mi cuadra mis calles, mi barrio, la ciudad que es mi cotidianeidad en todo el año, hoy tiene otra cara, que es la cara del fin de un viaje, la cara del calor que me parte la cabeza, y la humanidad que me come a cada paso sobre el asfalto hirviendo, y al mismo tiempo es la faceta de mirar a la ciudad con otros ojos, disfrutando encontrarla como ajena y propia, encontrarla como siempre, todo en el mismo lugar, pero sorprendentemente distinto. Mi habitación que está tal como la dejé, parece hoy distinta, más luminosa y grande que nunca.
En el camino de qué me di cuenta? Probablemente las grandes enseñazas que adquirí tengan que ver con las necesidades que uno puede tener, y diferenciar de ellas las ganas de, o las pretensiones extra. Saber que no hacen falta más que dos pies y un pan con dulce para poder ser feliz caminando por la mismísima inmensidad. Creo que la palabra que ocupó mi cabeza todo el viaje fue "inmensidad"; uno vive acá, que no puede ver más allá del edificio que tiene en frente, y eso es la totalidad, y es por eso que uno es tan grande y avasallante en las ciudades, es por eso, creo, que uno es tanto más artificial que natural. Frente a la inmensidad de las montañas y los lagos, uno no tiene más remedio que entregarse a ser parte de ese equilibrio perfecto, para que no te coma la naturaleza y te devaste. Eso es lo que nos hace perder la ciudad, nuestra condiciones de naturales, de resultado de equilibrios de las cosas, que por ignorarlos, permanentemente terminamos rompiéndolos sin querer queriendo.
No es necesario volver y decir, dejo de bañarme porque pintó el hipismo, no, no creo que venga por ahí la cosa, al menos para mí. Sino, de volver y darse cuenta de que está bueno aprovechar lo que se tiene, hacer uso de esas comodidades que nos han llegado en suerte, pero conciente de que también podrían no estar. Pero qué otra me queda, si en la ciudad, en eso se basa la vida, no? Es otra perspectiva de la vida.
Viajar, siempre hace bien viajar, ser otra persona, perderse a sí mismo entre las cosas, ser lo que haya que ser para ser uno, pero sin ser más ni menos que nada. Viajar, aventurarse, creerse capaz de subir, porque nunca uno se puede caer de una montaña. Viajar, conocer otras cosas, y vivir ese momento, sin pensar en lo que cada viajero carga en su mochila, simplemente ser esas personas que se cruzan y comparten un momento, y ojalá lo recuerden como yo lo recordaré. Viajar para ser, de ser sentado, parado, caminando, mirando el sol o la tormenta, el lago o la montaña, de ser, mientras todo es en nuestro entorno.
Lleno de energía entonces, hoy me siento, a sacar conclusiones, a recordar con una sonrisa, a sentir bbronca por estar de nuevo en la ciudad y el calor, pero ante todo a vivir el año, y pensar y pensar, en que habrá miles de viajes más, en lugares increíbles, con los mejores compañeros de ruta, como han demostrado ser mis hermosos amigoshermanos.
Salud viajeros vagabundos de todas partes! Salud compañeros que viven buscando, de viaje o en sus casas, los caminos más lindos para andar! Salud a aquellos que disfrutan los caminos las llegadas las partidas y las vueltas!