lunes, 25 de enero de 2010

viajar.

Es la sensación de volver a la ciudad que me mata. Hoy vuelvo y miro, y vuelvo a mirar, mi cuadra mis calles, mi barrio, la ciudad que es mi cotidianeidad en todo el año, hoy tiene otra cara, que es la cara del fin de un viaje, la cara del calor que me parte la cabeza, y la humanidad que me come a cada paso sobre el asfalto hirviendo, y al mismo tiempo es la faceta de mirar a la ciudad con otros ojos, disfrutando encontrarla como ajena y propia, encontrarla como siempre, todo en el mismo lugar, pero sorprendentemente distinto. Mi habitación que está tal como la dejé, parece hoy distinta, más luminosa y grande que nunca.
En el camino de qué me di cuenta? Probablemente las grandes enseñazas que adquirí tengan que ver con las necesidades que uno puede tener, y diferenciar de ellas las ganas de, o las pretensiones extra. Saber que no hacen falta más que dos pies y un pan con dulce para poder ser feliz caminando por la mismísima inmensidad. Creo que la palabra que ocupó mi cabeza todo el viaje fue "inmensidad"; uno vive acá, que no puede ver más allá del edificio que tiene en frente, y eso es la totalidad, y es por eso que uno es tan grande y avasallante en las ciudades, es por eso, creo, que uno es tanto más artificial que natural. Frente a la inmensidad de las montañas y los lagos, uno no tiene más remedio que entregarse a ser parte de ese equilibrio perfecto, para que no te coma la naturaleza y te devaste. Eso es lo que nos hace perder la ciudad, nuestra condiciones de naturales, de resultado de equilibrios de las cosas, que por ignorarlos, permanentemente terminamos rompiéndolos sin querer queriendo.
No es necesario volver y decir, dejo de bañarme porque pintó el hipismo, no, no creo que venga por ahí la cosa, al menos para mí. Sino, de volver y darse cuenta de que está bueno aprovechar lo que se tiene, hacer uso de esas comodidades que nos han llegado en suerte, pero conciente de que también podrían no estar. Pero qué otra me queda, si en la ciudad, en eso se basa la vida, no? Es otra perspectiva de la vida.
Viajar, siempre hace bien viajar, ser otra persona, perderse a sí mismo entre las cosas, ser lo que haya que ser para ser uno, pero sin ser más ni menos que nada. Viajar, aventurarse, creerse capaz de subir, porque nunca uno se puede caer de una montaña. Viajar, conocer otras cosas, y vivir ese momento, sin pensar en lo que cada viajero carga en su mochila, simplemente ser esas personas que se cruzan y comparten un momento, y ojalá lo recuerden como yo lo recordaré. Viajar para ser, de ser sentado, parado, caminando, mirando el sol o la tormenta, el lago o la montaña, de ser, mientras todo es en nuestro entorno.
Lleno de energía entonces, hoy me siento, a sacar conclusiones, a recordar con una sonrisa, a sentir bbronca por estar de nuevo en la ciudad y el calor, pero ante todo a vivir el año, y pensar y pensar, en que habrá miles de viajes más, en lugares increíbles, con los mejores compañeros de ruta, como han demostrado ser mis hermosos amigoshermanos.
Salud viajeros vagabundos de todas partes! Salud compañeros que viven buscando, de viaje o en sus casas, los caminos más lindos para andar! Salud a aquellos que disfrutan los caminos las llegadas las partidas y las vueltas!

2 comentarios:

Caracol y amigxs dijo...

bienvenidos al treeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen!

colocado el asunto, no?

yo estoy re feliz de haber vuelto. siento que es lo mismo acá y allá. no hay fronteras.

te amo, amigohermano!

laflo dijo...

me en can tó.

sentí que lo escribía mientras leía, posta jaja